Tras una audiencia con Davide Prosperi y monseñor Filippo Santoro, Francisco ha enviado una carta con ocasión del aniversario de la muerte de don Giussani y los 70 años del movimiento. Publicamos sus palabras y el mensaje del presidente de la Fraternidad Queridísimos amigos:
El pasado 15 de enero S.E. mons. Filippo Santoro y yo tuvimos la oportunidad de reunirnos con el Papa Francisco en audiencia privada. Pudimos informarle sobre los pasos dados por la Fraternidad y los Memores Domini durante el último año, y renovar nuestra confianza en su paternidad en el camino de seguimiento a Cristo y a la Iglesia.
Con gran alegría comparto con todos vosotros la carta que el Papa ha querido enviarnos con ocasión del aniversario de la muerte de don Giussani y por el 70 aniversario del nacimiento del movimiento. Son palabras cargadas de significado para este tiempo que estamos viviendo. Las acogemos con disponibilidad de corazón para identificarnos con la mirada que tiene el Papa sobre la experiencia de fe de cada uno de nosotros y de nuestras comunidades.
Junto a S.E. mons. Filippo Santoro, siento una profunda gratitud por este gesto de estima y afecto por parte del Santo Padre. Os invito, tal como nos pide, a seguir rezando por él.
Un abrazo,
Davide Prosperi
Vaticano, Santa Marta, 30 de enero de 2024
Querido hermano,
con ánimo agradecido por su reciente visita, con ocasión de la audiencia del pasado 15 de enero, durante la que usted y mons. Santoro me informaron detalladamente de la vida del movimiento de Comunión y Liberación y de los Memores Domini, quiero mostrarle mi apoyo. Doy gracias al Señor por la vitalidad que el movimiento demuestra continuamente en su obra de evangelización y caridad con los hombres y mujeres de hoy. Me reconforta mucho ver cómo el movimiento ha acogido de forma seria y disponible las palabras que le dirigí durante la audiencia del 15 de octubre de 2022, así como las del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. Les animo a continuar por este camino y les confirmo en el trabajo que han desarrollado durante este periodo.
Con ocasión de las celebraciones por el nacimiento para el cielo del Siervo de Dios mons. Luigi Giussani y la conmemoración del setenta aniversario del movimiento, deseo especialmente recomendarle a usted y a todos los miembros que cuiden la unidad entre ustedes. En efecto, solo ella, siguiendo a los pastores de la Iglesia, podrá custodiar en el tiempo la fecundidad del carisma que el Espíritu Santo donó a don Giussani: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros».
Para custodiar la unidad y permitir que el carisma sepa interpretar de una forma cada vez más adecuada los tiempos en los que están llamados a dar testimonio de nuestra fe en Jesucristo, hace falta superar interpretaciones personalistas, lamentablemente aún presentes, que corren el riesgo de sostener una visión unilateral del carisma mismo. Le animo, por tanto, junto a sus colaboradores, a continuar con el trabajo emprendido que trata de preservar una visión integral del carisma. El camino educativo propuesto por usted y por quienes le ayudan en la guía del movimiento también está contribuyendo a corregir algunos malentendidos y a continuar su misión con fidelidad al carisma donado a la Iglesia por medio de don Giussani.
En este periodo tan decisivo para su historia tras la muerte del fundador, dirijo pues a todos los miembros del movimiento una invitación a seguir el camino emprendido, bajo la guía de la Iglesia, y a colaborar con disponibilidad y lealtad con los que están llamados a guiar el movimiento. Solo esta obediencia, continuamente redescubierta y alimentada, podrá asegurar una experiencia cada vez más rica de vida cristiana entre ustedes y la renovación de su presencia en el mundo para el bien de toda la Iglesia.
Que el Señor le bendiga y la Virgen le custodie. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí.
Fraternalmente,
Francesco
Una crónica sobre las vacaciones de familias que organizaron un grupo de amigos de CL en la localidad de San Antonio de Arredondo - Córdoba “¿Por qué hemos venido?” Fue la desafiante pregunta con la que Carlos introdujo las vacaciones de familias en San Antonio de Arredondo. Y agregó: “Luego de un año bastante movido, estresante y desafiante, en lo primero que uno piensa es en hacer un corte y esto es justo, pero también es insuficiente. Si nos prestamos atención a nosotros mismos, descubriremos que este deseo de descanso trae consigo el deseo de que algo grande suceda, el deseo de una novedad. No estamos hechos para trabajar y descansar. ¡Algo tiene que suceder! ¡De esta espera está hecho nuestro corazón!”
¿Qué experiencias puede ofrecer un encuentro de familias en las montañas de Córdoba, para pretender estar a la altura de ese deseo auténtico de novedad? Buscaremos las respuestas en quienes entraron de lleno en las propuestas que se sucedieron en los cuatro días de convivencia, bajo la consigna: “Nos ayudamos a no perdernos nada de lo que sucede, sin dar por descontado ni siquiera el hecho de estar acá”. Evidentemente no son unas vacaciones típicas, sino que encierran una propuesta a verificar.
El desafío se nos agrandó la primera noche, entre las provocaciones de relaciones nuevas y los reencuentros con amigos queridos, que nos invitaron a mirar más allá de nosotros mismos, hacia reclamos de la vida misma, hacia situaciones exigentes, tanto como a algunas cotidianas, que necesitan una mirada nueva. Alegría del reencuentro y descubrimiento de que no somos los mismos, la vida y muchas veces el dolor llaman a nuevos reconocimientos, el estar juntos se transforma en promesa. La fiesta de bienvenida, con su acogedora simpatía, es el gesto que expresa esa promesa. Cantos que ayudan a retomar una historia, sabiamente articulados con certeros llamados a “exponerse” a través de consignas y bailes, contando con la entrega confiada de quienes sucesivamente fueron llamados a “colocarse” para sugerir momentos de una vida y un camino efectivamente recorrido.
La mañana siguiente nos encontró, junto a todos los que acudieron a la invitación de participar en los juegos propuestos, reunidos en la arboleda que se extiende a orillas del río San Antonio. Allí entramos en un mundo remoto y fantástico, desde el que vinieron a nuestro encuentro un inquieto Gandalf, el mago, un caballeresco Aragorn, dos Elfas bellas y serenas y un sencillo y alegre Frodo. Nos esperaban frente a un mapa de la Tierra Media, enigmático y sugerente, que mostraba la extensión de los territorios que se extendían desde La Comarca hasta el Reino de Gondor, donde mora Saurón, el Señor Oscuro. ¿Qué estaba sugiriendo esta presencia de extraños personajes de ficción, pertenecientes a regiones y tiempos remotos, que transformaba a quien jugaba, en parte de ese mundo fantástico que describe Tolkien en “El Señor de los anillos”? ¿Qué extraña relación entre fantasía y realidad estuvo presente en los sucesivos desafíos y en esa carrera buscando el anillo del poder para lograr quemarlo en los fuegos de Mordor?
Por la noche, una propuesta cultural cuidadosamente preparada por algunos amigos - “Tolkien: Comunidad y Destino”-, nos permitió continuar el recorrido por la Tierra Media, con un gesto muy significativo dentro de la totalidad de las vacaciones. Aquellos mundos fantásticos fueron “un modo propio de llamarnos la atención sobre la presencia de esa realidad que añora el corazón y generalmente olvidamos” . Así se fue dando entre nosotros esa dinámica de los relatos como sustancia de las conversaciones: alguno se identifica con esos “hobbits aburguesados” y expresa el deseo de una novedad en su vida; otro hubiera querido que sus compañeros de trabajo estén ahí porque, “al volver a mi comarca seré un hobbit”; hay quien, en una pregunta que aparece: “¿de qué manera uno genera historia?”, ve que Gandalf no era el que hacía, sino que ayudaba a los otros a que pudieran decir “yo”. Se va evidenciando cómo el sí de Frodo y otros personajes del relato hasta su cumplimiento -y el nuestro ante lo que sucede en estas vacaciones- sólo es posible más allá de toda voluntad de sacrificio, por la compañía de una amistad y la gracia de un Destino bueno. Un destino que en la obra “aparece siempre como acontecimiento, como circunstancial, casi siempre como imprevisto, cuyo contenido es vocación, misión y tensión hacia un fin” .
En ese gesto cultural de la noche conocimos a otro personaje de la obra de Tolkien, Gollum, un hobbit al que la obsesión por el Anillo había corrompido durante muchos años. En la Asamblea final, aparece en el relato de Diego: “Frodo llevó el anillo todo el tiempo y al final, con sus capacidades, no logra quemarlo. No fue la fuerza de Frodo lo que terminó de vencer el mal (Frodo no pudo resistir a la tentación del poder), sino esa intervención casi inesperada de Gollum, que le arranca el dedo, lo muerde, y Gollum y el anillo caen al fuego… Se resuelve a través de Gollum… Pero, Frodo tuvo la posibilidad de matar a Gollum, era una presencia molesta, lo tuvo con la espada allí, lo podría haber matado. Frodo entendía que Gollum quería quitarle el anillo todo el tiempo, pero Gandalf le había dicho que no se apresure a decidir sobre la vida o la muerte de nadie, ¿quién sabe qué papel tiene que jugar todavía en tu vida? Es impresionante esta conciencia que permite a Frodo una misericordia, una mirada nueva, distinta. No es que no le molesta Gollum, sino que empieza a convivir con él con una esperanza dentro, una promesa dentro. Me hace acordar mucho de Giuss cuando nos dice que todas las circunstancias de la vida, buenas y malas, son una ocasión concreta para un paso al destino. Pero nosotros tendemos a ver las cosas malas, los problemas, las enfermedades, como algo que queremos sacar de la vida. No podemos, pero vivimos todo el tiempo con la fantasía de que no existan”.
A partir de otros testimonios, surge el juicio de Diego, “Es conviviendo con los Gollum de nuestra vida, que el Señor puede manifestar toda su potencia”. La afirmación de Carlos amplía el alcance de esta afirmación: “Los Gollum con los que convivimos no siempre están afuera, están también adentro nuestro.”
Una tarde temprano, quienes desafiamos la hora de la siesta y marchamos hacia el cercano Monasterio Benedictino Gaudium Mariae, nos encontramos con la hermana María Luz. Fue un reclamo a una mirada grande. En la luminosa Iglesia del Monasterio, entramos en el sentido de la vida benedictina y en las particularidades de un estilo de vida propuesto por San Benito en el siglo VI, que él mismo describió sintéticamente con la expresión “ora et labora”. La exposición suscitó preguntas, y sobre todo aquella que, para quien ha sido llamado, permite evocar los detalles concretos y personales de un encuentro que es promesa de cumplimiento - lo llamamos vocación -, que siempre sorprende como novedad, porque entra con discreción y firmeza en una historia concreta, dándole una profundidad nueva. María Luz nos relató la historia de su llamado y de su sí, con esos detalles que evidencian un corazón abierto a las preguntas, que crece en el seguimiento a signos concretos, porque los reconoce como evidencia de una Presencia que llama, que promete, que cumple.
Las aventuras siguieron en la mañana del segundo día. Diego había propuesto una caminata por la montaña con dos alternativas, según las posibilidades físicas de cada uno. Pero no había descuidado la tensión a la unidad: habría un punto de encuentro de ambos grupos, para un momento de cantos en común. Como en toda aventura, no faltó el imprevisto, en la modalidad de un jinete a caballo que, en el momento en que ambos grupos llegaban ya a la gran piedra que era el punto de encuentro, nos detuvo y nos impidió seguir, porque el terreno por donde caminábamos era propiedad privada. El relato de Diego en la asamblea final reflejó cómo del entusiasmo y la satisfacción, pasó rápidamente al disgusto y la confusión cuando, en un instante, se impuso un factor no pensado, que obligó a todos a regresar al punto de partida. La verdad de la situación fue afrontada por los organizadores del paseo con un pedido de disculpas, por el descuido del factor que escapó a la cuidadosa organización. Y la novedad fue el rotundo aplauso que llegó como abrazo y perdón, de parte de quienes intuyeron que allí estaba sucediendo algo más. Los cantos compartidos en ese momento lo confirman. Asegura Diego que su corazón decía: “Gracias Señor, por haber aceptado la responsabilidad y también porque salieron mal las cosas, porque me permitió experimentar Tu preferencia y misericordia a través de éstos que miraron más allá de lo que perdieron”.
También Sandra nos dijo algo sobre su recorrido por la montaña - por la vida-. “Cuando nos propusieron ir a la caminata, yo elegí la corta, pero Jorge dijo: “¡Vamos a la larga!” Y fue maravilloso, porque tuve que tener una gran atención… A mí me gusta dirigir, orientar, decir y hacer… Decidir…Todo el tiempo de mi vida es eso, dar órdenes. Y coordinar, siempre de acuerdo a mi criterio. Por eso fue una gran tarea seguir indicaciones. Hasta que descubrí que no podía, me faltaba la respiración, y comencé a rezar. En ese momento me encontré con Reilly, me encontré con Mauro, me encontré con Jorge. Me encontré con… Estaba allí arriba y encontré un pueblo atento a lo que me pasaba. Pero pensé: ¡hasta aquí llegamos! Y apareció Diego y su esposa. Nos quedamos ahí, tomando fuerza. Otros nos dijeron: el camino por aquí, por allá…, vean cómo... Y volví a experimentar en estas vacaciones que la vida se juega en la cotidianeidad. Retomo la pregunta: ¿Qué es lo más importante en mi vida? “Si Dios se hizo hombre, este hombre se convierte en el objeto supremo de mi amor, no hay nada más concreto que esto, porque cambia el ahora, cambia cómo yo te miro.” Para mí esto es un pedido. Que yo cambie cómo miro mi cotidianeidad. Y sólo lo puedo hacer en este pueblo.”
En la vigilia de la fiesta de Epifanía vimos a los más chicos siguiendo “el camino de los pastores”. Con linternas y acompañados por Leandro, que les ayudaba a leer los signos de las estrellas, llegaron a un pesebre en el que María y José los invitaron a la contemplación del Niño, un instante antes de que tres Reyes de Oriente se postraran ante Él. Los villancicos anunciaban el nacimiento, mientras en los corazones nacía la novedad que el recorrido de cada uno, y la potencia del Misterio entrando en la carne, hacía suceder. Como relata Cecilia: “Yo soy la buscadora serial de errores, porque como estoy todo el tiempo queriendo ser perfecta… Pero en estas vacaciones me pasó que cada error ¡me hacía tener una ternura hacia mí y hacia los demás! ¡El punto no es la perfección, sino que esté Él presente! ¡Y yo lo veía! Lo veía en ese que estaba poniendo todo para salir adelante, y al que quizás las cosas no le salían como pensaba. Pero él estaba dando su sí, entonces el centro era Otro. Es esta experiencia de que Él se hizo carne, que Él acontece, entonces el punto es mirarlo a Él. No mirar todo lo que a mí me parece como idea, como imagen. Sino mirarlo a Él. Como en el pesebre. Yo estaba cantando y no veía, y de repente vino un amigo y me dijo: ¡Andá a mirar el pesebre! ¡Es hermoso! Yo estaba cantando pero fui, y siii, ¡fue una sorpresa! ¡Una belleza! Es así, esta compañía que te dice: ¡vení, esto es lo importante! Esta ternura hacia el límite del otro la sigo pidiendo, es más fácil con los que uno quiere, y más difícil con los que me cuesta. Pero quiero dar las gracias a esta compañía que me ayuda a aprender a mirar con los ojos de Él, y que me interpela desde los otros con esa mirada nueva. Porque por ahí vos estás mirando cualquier cosa, pero el otro viene y te muestra de nuevo la mirada de Jesús”.
Es imposible relatar todo lo acontecido en estos cuatro intensos días en los que ciento noventa y tres personas de todas las edades compartimos la vida y la espera de una novedad. Pero vale la pena agregar algunos hechos que muestran una tensión compartida a un crecimiento, un deseo de aprender juntos a vivir lo cotidiano de modo verdadero. La Misa inicial, con la que se dio comienzo a las vacaciones, mostró de modo inequívoco la necesidad de una inmediata acción educativa, para que los niños, los más pequeños y los que se están recién asomando a la posibilidad de una experiencia diversa, también en el modo de estar en Misa, fueran parte del Misterio que estaba sucediendo. La Misa del segundo día, y las siguientes, los vio participando como monaguillos, leyendo intenciones, llevando ofrendas, acompañando a los adultos a darse cuenta que allí sucedía algo grande, que el estar juntos ayudaba a esperar y reconocer. También los que necesitaban estar afuera de la Iglesia podían hacerlo, porque en la puerta se quedaban algunos padres con el corazón en la Misa y la mirada alargada abrazando lo que sucedía afuera. También allí llegaba algún ministro de la comunión con el alimento esperado. El escenario era el mismo del primer día, pero del desorden y el ruido amenazante, se había pasado a la armonía y la belleza de la atención al otro y a la vida tal como es, con sus necesidades y desafíos.
También pudimos vivir como novedad una librería que se tornó para muchos en una ocasión de encuentros, impensados, bellos, que agrandaban la vida; además de generar un espacio en el que una autora leía “en directo” cuentos a los niños, con la propuesta de que puedan escuchar, preguntar y expresar su propia mirada de las vacaciones.
Cuando fuimos convocados a participar en la organización de estas vacaciones, ya percibimos una tensión a generar en unidad, como condición necesaria. Se veía que éramos llamados a un trabajo no meramente organizativo, sino de focalización de la mirada. Se intuía que habría que buscar el permanente reconocimiento del Único capaz de generar la unidad, la novedad, en los pequeños y tantas veces inadecuados esfuerzos humanos. En los testimonios recogidos culminando las vacaciones, pudimos palpar este descubrimiento de una mirada nueva, que el “buscar juntos” hizo posible, casi como el reconocimiento del secreto de la vida.
En la síntesis final de las vacaciones, Carlos subraya: “La verdad no es una proposición, ...la verdad se nos comunica a través de una relación, de una compañía. Nosotros no tenemos la verdad, pero convivimos con ella.” Por eso el camino recorrido, y particularmente esta tensión a “hacer juntos”, fue desde el inicio una promesa, que no podemos dejar de asociar a esta descripción de una profundidad nueva: «La fe nos lleva con el tiempo a un nivel de experiencia, es decir, de comprensión y de gusto por las cosas, más profundo que lo que permiten las capacidades meramente humanas, el sentimiento o el ímpetu religioso natural […] Es como cuando te encuentras abrazando un sacrificio, o perdonando el daño que te han hecho, con una extraña alegría en el corazón, sencillamente porque ese día has tenido la gracia de pensar en Cristo, de “mirarlo a la cara” más que de costumbre, por usar una expresión que tanto le gustaba a don Giussani» . Y este proceso de profundización sólo es posible en una compañía que nos educa. Lo hemos verificado en estas vacaciones.