«Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos»

39ª peregrinación nocturna de Macerata a Loreto
Julián Carrón

Queridos amigos, habéis llegado a la peregrinación –conscientemente o no– por una necesidad que os ha puesto en movimiento antes incluso de comenzar el camino hacia Loreto. Tomar conciencia de esta necesidad es el primer trabajo que os espera esta noche, porque solo así podréis caminar de modo no mecánico y sin darlo por descontado.
Pero, ¿cómo ayudarnos a reconocer nuestra verdadera necesidad? Bastaría simplemente con admitir nuestros miedos, nuestros sufrimientos, nuestras tristezas o soledades, sin censurar nada, para reconocer lo necesitados que estamos.
¿Cuál es el pensamiento dominante que os ha empujado a poneros en camino? ¿Qué queda, «como torre en solitario campo» (G. Leopardi), en medio de todas las circunstancias de la vida, en las cuales nos encontramos muchas veces enredados, atemorizados y desilusionados?
Después de haber sido invitado por Zaqueo a comer, Jesús afirma: «Hoy ha entrado la salvación en esta casa». ¿Y nosotros? ¿Nos interesa todavía la salvación, o ha quedado sepultada bajo la montaña de nuestras costumbres? ¿Preferimos conformarnos con algo más pequeño, reduciendo el deseo ilimitado que llevamos en el corazón? ¡Cuánto necesitamos reconocer nuestra verdadera pobreza!
«Bienaventurados los pobres en el espíritu –dice Jesús–, porque de ellos es el reino de los cielos», es decir, la salvación. Por eso repetía don Giussani que «el verdadero protagonista de la historia es el mendigo». Y el papa Francisco afirma: «Esta pobreza es necesaria porque describe lo que de verdad tenemos en el corazón: la necesidad de Él».
Por ello, caminad hacia la Virgen, sostenidos por el testimonio mutuo a lo largo del camino, para pedir esa pobreza de la que ella es reina, para que Dios tenga piedad de nosotros y, al igual que «ha mirado la nada de su sierva», mire también nuestra nada.
Mientras camináis, os será de ayuda tener en la mirada la pregunta con la que Jesús se dirige a la nada de Pedro: «¿Me amas?» ¿Habéis pensado alguna vez cómo debía de mirar a Pedro para dirigirle esa pregunta, después de que este le hubiera negado tres veces? Ni siquiera su traición podía bloquear la piedad infinita de Cristo hacia él. ¿Y habéis pensado alguna vez en el impacto que debió de sentir Pedro, pensando en su nulidad, para sacar desde sus entrañas aquella respuesta desarmada? «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero. Mi simpatía humana es para ti; mi simpatía humana es para ti, Jesús de Nazaret» (don Giussani). Yo leo con frecuencia el pasaje del Evangelio que narra el «sí» de Pedro (Jn 21). ¿Cómo podría hacer mi camino sin volver constantemente ahí? Me perdería, incapaz de identificar cuál es mi verdadera necesidad y Quién responde a ella ahora.
Que tengáis un buen camino, lleno únicamente de la necesidad de Él.