Luján y la Compañía hacia el Destino

Florencia Lencina (Santa Fe)

En el primer fin de semana de octubre, la comunidad del movimiento en Buenos Aires propone participar en la peregrinación al santuario de la Virgen de Luján, patrona de la Argentina. Algunos amigos de comunidades cercanas, (como es mi caso) nos acercamos a compartir el gesto.
Habitualmente, se peregrina durante la noche pero este año debido a un leve cambio se hizo en el transcurso del día, finalizando a la medianoche. Esta pequeña modificación en el itinerario, proporcionó un nuevo punto de vista a la experiencia que había vivido en años anteriores. Particularmente ese día se habían pronosticado altas temperaturas y probables lluvias. Por lo que fue todo mucho más exigente, intenso, desafiante y con una atención distinta a todo lo que sucedía.

Luego de varios días retomando los hechos, fue evidente que el recorrido de la peregrinación fue similar al camino de la vida, con altos y bajos; alegrías y tristezas; asombro y fatiga. Cada paso era acompañado con las preguntas: ¿En quién pongo la esperanza? ¿Por qué vale la pena dejarlo todo e ir a peregrinar? Era una ocasión para agradecer y pedir por este año, como así también para ofrecer las intenciones de amigos y conocidos que llevaba conmigo, donde se reflejaba un mundo necesitado de Él y que ir a la casa de Su madre contribuía a ello.

A medida que íbamos avanzando, fue clave atender a los rostros de amigos y los signos concretos en el transcurso del camino, pues fue donde el Señor verdaderamente se hacía carne, me llamaba y pedía constantemente una respuesta, abandono y confianza. En otras palabras, una total dependencia. Especialmente en el tramo de la siesta, dónde todo parecía árido, débil y frágil.

El haber podido llegar a Luján y encontrarnos con una gran cantidad de personas, me hizo darme cuenta que sí era posible llegar a destino pero que esa llegada no era individual, sino en conjunto, impulsados por una compañía a la cual mirar y seguir, en unidad con toda la Iglesia. La respuesta y el sentido ante este seguimiento del camino nació de un encuentro, un amor, un ofrecimiento y una conciencia de que Él nos espera. Hemos sido llamados continuamente juntos dentro de esta historia para que nuestras vidas sean testimonio de un horizonte más grande.