Costanera a orillas del Río Paraná, en la ciudad de Santa Fe

La necesidad de volver al método

Virginia vuelve a hacer escuela de comunidad, después de siete años: “Cuando conté a todos por qué volvía, les conté lo que me estaba pasando: que vivía según mis criterios, pero que nada satisfacía mis deseos, las fibras constitutivas de mi corazón.”
Virginia Marengo

Hace unos meses, con la necesidad que me constituye como persona, y con la ayuda de mi amiga Lucía, me di cuenta, sentí, percibí, que algo me faltaba. Hacía ya muchos años que no hacía escuela de comunidad, porque me perdí y sucumbí a la realidad, sin poder hacer un juicio, sin compañía, poniendo el cuerpo y el alma en lo que hacía, pero perdiéndome a mí misma. Aquí, en mi vivir diario de los últimos tiempos, es donde entró en juego realmente la compañía, cuando me dije “yo sola no puedo nada”.

Gracias a palabras e invitaciones de Lucía, volví a la escuela de comunidad. Con temor, con anhelo, con dolor, pero también con alegría. Me reencontré con muchos amigos que no veía desde hacía mucho tiempo. Me temblaban las manos, la voz, sentía que volver a comenzar nuevamente era como reconocer mis limitaciones. Comenzaron los diálogos entre los que hacemos escuela, hoy de forma virtual.

Cuando conté a todos por qué volvía, les conté lo que me estaba pasando: que me sentía vacía en muchos aspectos de mi vida, que vivía según mis criterios, pero que nada satisfacía mis deseos, las fibras constitutivas de mi corazón. Así ocurrió nuevamente un imprevisto: los amigos que me conmovieron hasta las lágrimas, porque me abrieron las puertas. Me hacen ver que, por más que yo haya vivido muchas cosas, por más que crea que no viví humanamente la vida, yo volví porque conocía un método, un camino del cual nunca he podido separarme, porque corresponde a mis exigencias estructurales del corazón y llena mi humanidad.

Sentí que don Giuss me había devuelto el aire; él y mis amigos eran y son el Verbo hecho carne. Y esto acrecentó mi exigencia del ciento por uno. Con lágrimas de alegría puedo decir ¡gracias! y pedir por mi propia humanidad. Gracias, porque tengo una gran familia de amigos que me ayudan a caminar, a transitar el transcurrir del tiempo.
Pido y me abandono a los brazos de Otro que se hizo carne hace 2021 años, pero que aún habita entre nosotros.

Ven Santo Espíritu, ven por nosotros.

Virginia, la Gigi, Santa Fe