¿Qué compañía necesitamos?
Mensaje de Fernando Giles después de las vacaciones comunitarias que no pudieron realizarse presencialmente como todos los años debido a la situación del Covid 19.Buenos Aires, 28 de enero de 2021
Queridos amigos:
No habiendo podido compartir físicamente con muchos de ustedes estas vacaciones, deseaba escribirles para poder volver la mirada sobre las circunstancias que marcaron este año de aislamiento, en el que nos hemos visto desafiados en el vivir y en las formas de ayudarnos a afrontar este vivir
A lo largo del año, a través de la creatividad que el Señor nos ha regalado, hemos intentando de diversas formas acompañarnos, llegando a este momento de vacaciones donde una vez más nos hemos descubierto en acción, momento éste en que cada uno ha podido reconocer en sí mismo y en acto, aquello que más le interesa, aquello en lo que se le va la vida.
Aprovecho para agradecer a quienes con su disponibilidad y creatividad han dado su tiempo para proponernos gestos de “otro mundo en este mundo”, propuestas que más que nunca interpelaron nuestra libertad en la adhesión a ellas.
Este tiempo que vendrá y por la situación del COVID-19, no será muy diferente a este año que hemos pasado en lo que hace al aislamiento social. Las circunstancias, una vez más, se mostrarán como una gran ocasión para la madurez de nuestra fe, donde las “formas” vividas de compañía no serán iguales, obligándonos a preguntarnos una vez más qué clase de compañía necesitamos para vivir.
Para mirar este hecho, me permito citar una intervención de la última EdC de Carrón (del 20 enero 2021, www.clonline.org) donde un amigo nuestro -digo amigo, aunque no nos conozcamos- preguntaba “(…) Parto de un par de afirmaciones del punto 8 para plantearte una cuestión que me urge últimamente. «Es Otro quien ha hecho que nos encontráramos con lo que es decisivo para introducirnos en una relación segura y definitiva con nuestro Destino. Y la forma que tiene este encuentro es una compañía precisa, cuyo inicio y cuyo desarrollo se pueden fechar (...) Esta compañía que establece para nosotros el Espíritu de Cristo tiene una estructura, una osamenta, un parámetro constitutivo preciso» (pp. 108-109, Crear Huellas en la historia del mundo). Los últimos meses, por todo lo que está pasando, se está enrareciendo cada vez más la compañía tal como la he vivido siempre. Faltan puntos de referencia, las ocasiones de relación se reducen a destellos en los que es difícil ir al fondo de las cuestiones, se da un cierto conformismo que mortifica el entusiasmo que siempre iba ligado a ciertas iniciativas del movimiento. Por otro lado, siento con más fuerza la compañía del Misterio, de Cristo, que a menudo me resulta más real de lo que era antes. Me sorprendo por cómo Su presencia resulta una compañía formidable, no psicológica, tampoco espiritual o ética, sino ante todo un vínculo que me hace estar bien y saborear esta realidad que, como vemos, es complicada para todos. De esta experiencia nace una pregunta. ¿Se puede vivir entonces a Cristo plenamente aun sin esa osamenta, sin ese parámetro constitutivo preciso?”.
Ante este planteo, Julián Carrón le repregunta: “En tu opinión, ¿estos meses habrías podido sorprender en ti esta presencia potente de Cristo sin el vínculo con esa osamenta?” “¡Por supuesto que no!” responde. “Perfecto. Pero, como ves, puedes vivir la compañía que establece el Espíritu de Cristo –como dice la Escuela de comunidad–, una compañía con esta osamenta precisa, pero sin percibir Su presencia, como te pasaba antes.
Por ello, Dios se vale de esta circunstancia para hacerte aún más consciente de Su presencia. Y tú lo has podido descubrir precisamente por el vínculo que tenías con esa osamenta. Para muchos, como hemos visto en la portada del Times, 2020 ha sido un año que habría que borrar, ¡nada más! Tú, en cambio, ese año precisamente has crecido en la conciencia de Su presencia. Éste es el motivo por el que Cristo nos introduce en esta compañía cristiana viva, porque ésta nos reclama continuamente como ningún otro lugar puede hacerlo…”.
Al releer este pasaje de la EdC, les confieso que me siento interpelado y deseoso de profundizar en la naturaleza de la relación con cada uno de ustedes y en la naturaleza de esta compañía generada por el Espíritu, a partir de la cual Cristo dejó de ser una mera palabra para volverse la sal de la vida.
Las circunstancias vividas y las que vendrán serán -si profundizamos más allá de su apariencia- una ocasión para hacernos más conscientes de Su presencia y, por tanto, para nuestra maduración en la fe. Es a esto a lo que estamos continuamente invitados.
En estos días, tendremos la posibilidad -como todos estos años- de recomenzar el año luego de las vacaciones, con la celebración de la misa por el aniversario del fallecimiento de Don Giussani y del reconocimiento pontificio de la Fraternidad de Comunión y Liberación.
Que dicho momento sea una nueva oportunidad para agradecer el gran don recibido a través del carisma de Don Giussani, modo en el que Cristo se ha vuelto una presencia persuasiva y correspondiente para cada uno de nosotros.
Con afecto,
Fernando Giles