Foto de Ryan Ancill - Unsplash

Un camino realizado

En un momento de mi vida durante un tiempo  me sentía triste, pobre  como  vacía, necesitada de una compañía que la tenía, pero sin embargo, no le era fiel, no la tomaba enserio, tal vez por los años que hace que pertenezco al movimiento, no lo sé.
Laura Donzelli - Rosario (Santa Fe – Argentina)

En un verano, mi grupo de escuela de comunidad se fueron a las vacaciones del movimiento en familia a Córdoba y en el grupo de WhatsApp subieron una foto todos juntos en un momento de descanso, bajo la sombra de unos árboles, donde se veían contentos, felices de participar de ese encuentro. En ese mismo momento cuando vi esa foto, eché a llorar como una criatura porque deseaba con todas mis fuerza estar ahí con ellos compartiendo la alegría que producen las vacaciones de CL y con la angustia de saber que mi familia no me acompaña en este camino de la fe. 

Después de esa situación me di cuenta de lo importante que son estos amigos, esta compañía que Dios me regaló. Pero, sin embargo, seguía dormida como paralizada, sin seguir ese impulso que me había despertado  esa foto en particular. Y así veía cómo poco a poco me iba apagando pensando que yo no pertenecía a esa compañía, la veía como lejos y me iba despegando poco a poco de de ellos, sin hacer escuela de comunidad ni participando de los
encuentros, un poco por los horarios de mi trabajo y otro poco por la falta de interés, seriedad y compromiso, pero siempre teniendo latente ese deseo, ese llamado a la unidad, a la cual no era fiel. 

A veces  era consciente de que estaba viviendo apagada, cansada y sin fe, perdiendo la Fe, pero a la vez provocada por los mensajes de los amigos, la caritativa y los textos propuestos, pero nada hacía que me mueva, que me despierte de esta vida gris que vivía.  

Tuvimos la jornada de inicio en la parroquial La Merced, dónde se empezó a hacer una escuela de comunidad nueva y presencial. Fui un poco por compromiso y un poco por curiosidad, por conocer esta nueva comunidad que se estaba formando y ahí escuché dos testimonios, el de Laura y el padre Gustavo, qué me hicieron despertar nuevamente, esas palabras que escuché eran lo que me estaba pasando a mí, resonaron en mi corazón como un llamado y me di cuenta que es esto, Es esto!!!  

Son éstas  las personas que me despiertan nuevamente el corazón. Estas personas que fueron puestas en mi camino para que me ayuden a caminar a las cuales tengo que serle fiel, porque son el encuentro vivo con Cristo hecho carne, es la comunión que se hace carne y para mi esa tarde se hizo visible a mis ojos y exaltó mi  corazón.

Ahí nomas pedí formar parte de esta nueva comunidad, para retomar la escuela presencial en esta parroquia donde todo parecía nuevo para mí, como si fuera la primera vez. Todo me cerraba para poder ir: el día ,la hora y el lugar, parecía que este lugar  me estaba esperando, empecé!, me di cuenta que era esto lo que mi corazón pedía, reconocer a Cristo en esta unidad concreta que se presenta en éstos rostros de éstos amigos nuevos que tienen el mismo
deseo que el mío, vivir más intensamente lo real. 

Y no creo que yo aporte mucho a la escuela de comunidad, como me dijo mi amigo David, al contrario, en cada encuentro ellos aportan un valor infinito para mí, me encuentro querida, amada y llamada a cuidar esta unidad  de amigos que me es dada como un regalo nuevamente para mi vida. Salgo de la escuela muchas veces cansada porque  a veces mi trabajo me consume un poco, pero contenta, renovada, feliz!!